Cuando
implica entrega y pasión. Cuando es auténtica. Cuando emana de una necesidad de
expresión que no se puede acallar. Cuando conlleva dedicación, esfuerzo, lucha,
intención. Cuando decreta y establece. Cuando propone. Cuando concibe. Cuando
suscita e inspira una reacción. Y cuando a pesar del sufrimiento de su
concepción y del dolor o lo que implique, pese lo que pese, se gesta , se pare,
se plasma y se arroja al exterior.
Independientemente de su aceptación o
rechazo, o de la valoración que la sociedad haga de ella o de los parámetros y
criterios que se utilicen para su juicio.
Una Obra de Arte, comienza en
el corazón de su creador y encuentra su estadío de Obra de Arte en cuanto se
exterioriza. Pese la satisfacción o la insatisfacción de el que la crea. Pese la
conformidad o la inconformidad del planteamiento inicial. Pese corresponder o no
a la intención primera en el momento de su creación.
Una Obra de Arte a
medida que se va creando, encuentra vida y personalidad propias a pesar de
llevar implícitos los rasgos o matices de la personalidad del que la
creó.
Una Obra de Arte, expresa por sí misma la intención en ella
implícita, a pesar de los conceptos o ideas con que su creador o el espectador
la revistan.
Una Obra de Arte es el fuego interior que emerge y se
materializa. Y una vez objetivada, rompe el vínculo con su creador y se
independiza.